Hace ya unos cuantos años que los wearables se consolidaron como una de las tendencias con más proyección en el mundo de las tecnologías. Así, en el informe Sociedad de la Información 2013, la incluimos por primera vez como una tendencia de futuro y desde entonces la hemos incluido como una realidad que tiene cada vez más aceptación.
Camisetas con capacidad de medir nuestro ritmo cardíaco y nuestras pulsaciones, gafas que nos acercan la realidad aumentada a nuestro día a día, pulseras que nos informan de la actividad que hemos realizado e incluso muestran varios indicadores médicos se encuentran en el portfolio de desarrollo de numerosas empresas tecnológicas o se han convertido en productos comerciales en la actualidad.
Durante el año 2016, con la intención de acercar los dispositivos a los usuarios, las investigaciones han avanzado todavía más y son varias las innovaciones que proponen que sea la propia piel el soporte en el que se incorporen. En el campo de la medicina, varias empresas han lanzado parches que permiten una monitorización continua de la diabetes, lo que supone un avance importante al poder detectar variaciones peligrosas en el nivel de glucosa para los casi cuatrocientos millones de diabéticos que hay en el mundo y los más de tres millones que hay en España. Empresas como Nemaura o Abbot han desarrollado productos comerciales en este terreno a lo largo de 2016.
Un equipo de la Universidad de Wisconsin-Madison ha creado un parche elástico que se puede adaptar a la piel humana y que tiene capacidades inalámbricas. Se puede considerar un nuevo paso en la evolución de los wearables, de forma que se adhieran y hasta cierto punto se mimeticen directamente en la propia piel. En este caso, es capaz de soportar las frecuencias entre 0,3 y 300 gigahercios, lo que lo hace compatible con el estándar 5G, por lo que será capaz de comunicarse y enviar datos a través de las infraestructuras de los operadores móviles.
Una de las aplicaciones más evidentes de este nuevo dispositivo será el enviar información de salud directamente al propio usuario o a los servicios médicos. De esta forma será posible simplificar la infraestructura de comunicación y que un hospital se convierta en un entorno libre de cables e incluso que los médicos monitoricen fácilmente a pacientes que se encuentren en sus casas, lo que puede suponer una importante reducción de costes y un beneficio percibido por el ciudadano. También se está experimentando con la integración de circuitos en la propia piel utilizando tatuajes para ello. En este caso, la propia tinta puede funcionar como un elemento conductor para transmitir las señales por el cuerpo.
El desarrollo del «hombre aumentado»
Esta integración entre dispositivos y personas tiende al desarrollo del hombre aumentado, tendencia que consiste en la posibilidad de incrementar, generalmente de una forma exponencial, una o varias capacidades humanas por medio de la tecnología. Comúnmente este aumento de capacidad se consigue con elementos exteriores al propio cuerpo humano, como ocurre con los exoesqueletos.
Otros desarrollos a futuro en este ámbito, aunque son solamente propuestas, son NewKnees, estructuras que colocadas en las rodillas aumentarían las capacidades humanas para correr y saltar, o GeckoTips, pequeñas estructuras que colocadas en las puntas de los dedos nos permitirían escalar paredes al estilo de Spiderman.
Muchos de los prototipos y de las investigaciones en las que se trabaja actualmente van más allá de la frontera de la piel y proponen insertar dispositivos debajo de la piel o en otros puntos en el interior del organismo. Esta integración entre los dispositivos y el propio cuerpo, tendencia que se viene a llamar biohacking, se puede considerar un salto desde el mundo de los wearables al de la persona biónica o cíborg.
Al igual que sucedía en el caso de dispositivos directamente colocados sobre la piel, el interés médico ha sido el primer motor de esta evolución. Ejemplos de este tipo de dispositivos son las bombas de insulina en el caso de diabéticos, biosensores que son capaces de monitorizar la concentración en la sangre y enviar los datos a un dispositivo exterior como un teléfono móvil, como el sensor Circadia de Grindhouse, o pastillas que llevan incorporado un pequeño circuito con capacidad de conexión y que avisan cuando la pastilla ha sido ingerida.
Más allá del terreno de la salud, algunos early adopters ya han accedido a insertar debajo de la piel de la mano un pequeño chip que incorpora tecnología NFC o RFID. En la actualidad, se calcula que hay más de diez mil personas que ya llevan insertado un chip debajo de la piel. De esta forma son capaces de realizar ciertas acciones utilizando directamente su cuerpo, como acceder a distintos dispositivos electrónicos como teléfonos móviles u ordenadores, pagar las compras o incluso actuar como llave para desbloquear cerraduras. Algunos expertos pronostican que, en un futuro no muy lejano, la integración de pequeños sensores debajo de la piel permitirá proveer a las personas de un sexto sentido en el futuro. Así, detectar vibraciones, objetos y radiaciones serán capacidades que podrán ser adquiridas de forma artificial.