Les voy a contar una cosa: uno de los mejores aspectos que ofrecen las nuevas tecnologías es la Libertad, la capacidad individual de decidir gracias a la cantidad de información que ponen a nuestra disposición las TIC y dejar de ser gregarios de las decisiones de los demás. Datos que cuando están en el smartphone la independencia personal aumenta de una manera exponencial. Pero no me refiero al concepto de libertad como algo filosófico y teórico como trataron Platón, Kant o Hume al abordar esta cuestión, sino a una realidad práctica, que se puede ver y disfrutar.
Por ejemplo, ¿recuerdan cómo era viajar en tren o autobús hace 20 años? Ya les refresco yo la memoria: un auténtico coñazo bajo la tiranía del conductor. Para empezar, había que ir a sacar el billete con tiempo y hacer cola. Sobre este respecto, todos los que hemos estudiado fuera de nuestra ciudad natal podemos contar “vivécdotas” muy jugosas, utilizando el término que ha inventado Andreu Buenafuente en su programa “Nadie sabe nada”. Una vez perdido el tiempo, te tocaba el asiento que te daba un señor y a pagar en efectivo.
Es evidente que hemos avanzado y ganado mucho en este tiempo. Entras en la web de la empresa, no haces cola, eliges sitio, pagas e imprimes el billete. En la actualidad, escuchas la radio que quieres (no el carrusel deportivo de los domingos), o tu música con servicios cloud como Spotify u otros, puedes ver una película en la tablet, no esos horribles engendros de serie B que ponían, trabajar con el portátil (este artículo está escrito en un viaje en tren), guasapear, ver Facebook, Twitter e incluso otros aspectos que tampoco conviene olvidar: dormir, ir al bar y hablar con los amigos si viaja usted acompañado.
No es cierto que la tecnología aísle tanto como se dice. Si hace 20 años viajabas solo, leías o hacías crucigramas, por ejemplo. Ahora realizas alguna de las actividades anteriores. Si ibas con amigos hablabas, aunque por supuesto que hay conductas extremas y no todo el mundo se comporta así. En los años 50 y 60 del siglo XX hay decenas de fotos donde que habitaba en las grandes ciudades iba leyendo su periódico de forma aislada del resto en el metro o el autobús.
Era la consecuencia de esa época, el crecimiento de las ciudades por cientos de miles de personas que abandonaban el campo y el boom de la prensa de papel, con periódicos que vendían tres, cuatro y hasta cinco millones de ejemplares cada día. Hoy, en alguno de esos países, la suma de las ventas de todos los periódicos no llega a esas cantidades en papel, mientras que en formato digital superan los millones de lectores únicos. Esto sucede, por ejemplo, en Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Suiza, Suecia, Noruega y Austria.
El smartphone es una de las señas de identidad del siglo XXI
A este tipo de libertad me refiero, sin olvidar lo que supone en cuanto a cambio de hábitos en todos los sectores. ¿Cuántas horas de partidas de juegos de realizarán en el metro de Madrid?, por ejemplo. Estoy seguro de millones a lo largo del año, todas en el smartphone, no he visto nunca a ningún jugador con la Xbox o la Play y una televisión a cuestas. Juegos que en muchos casos son gratuitos o valen muy poco dinero, pero que los llevamos en la mano-móvil que todos tenemos ya, la gran herramienta de marketing, relaciones sociales y compras que hemos hecho nuestra de un modo natural. ¿Saben por qué? Pues parafraseando el Génesis, “y vio Dios que era bueno» -en este caso el hombre- y aceptó el teléfono móvil. E insisto gratis y en la mano, un cambio sin precedentes y con carga de profundidad que en la actualidad no somos capaces de valorar en su justa medida todavía.
No faltan las críticas al mismo en ocasiones, pero si te lo dejas en casa vuelves a por él, y el que tenga valor de pasar un día entero sin él es que no tiene amigos y por lo tanto no espera ni llamadas ni mensajes, o valor para ser torero. El smartphone es una de las señas de libertad que han marcado el inicio del siglo XXI. Esta posibilidad que tenemos ahora de estar siempre conectados y en cualquier lugar es maravillosa. Eso sí, se debe de utilizar bien y con sentido común, pero como la hace con su lavadora, tampoco se vuelva loco. Iba a poner como el coche pero sería exagerar. Le va a dar más problemas su coche que su teléfono.
Siguiendo con los viajes, ¿recuerda qué pasaba, y por desgracia pasa, si llegaba las 10 o las 11 de la noche a una ciudad pequeña o mediana? Es fácil que no haya taxis en la estación, o pocos, y tengan que esperar una eternidad. Si en esa ciudad existe Cabyfy o Uber asunto solucionado. Las nuevas plataformas han traído más competencia y eso significa más libertad para el consumidor, que puede elegir fuera de un régimen en oligopolio, y mejor servicio.
En general los consumidores somos adultos para diferenciar entre la industria del lamento del taxi tradicional, que como modelo de negocio está en retroceso, y los nuevos operadores. Les llamo del lamento y les pongo un ejemplo, más allá de las cansinas huelgas y reivindicaciones que ustedes verán en los medios de comunicación. En Zaragoza hace 6 años que funciona el tranvía que no fue bien acogido por el sector del taxi. Hace un par de semanas me monté en uno y volví a escuchar las mismas quejas desde 2011. Es evidente que el tranvía no lo van a quitar, es cansino para el usuario de fuera de la ciudad (particularmente me da igual) y demuestra que ni entendieron el cambio ni están por la labor.
Esto no es individualismo
Podemos pedir un medio de transporte por nuestra tercera mano móvil o no gracias a las app, tal vez informarnos de los autobuses y, si es una ciudad más grande, del metro. Pero volvamos a las pequeñas. ¿Es esto individualismo? No. Cualquiera que haya viajado un poco habrá comprobado que en ciudades como Huesca, Guadalajara, Soria y similares a las 11 de la noche no hay “ni el tato” por la calle, y si es invierno menos, por lo que el smartphone nos sirve de ayuda, nos da información, nos permite ir donde queremos ir sin perdernos, nos guía con una mapa que nos habla, puedo escuchar la radio mientras, etc.; lo que no nos impide preguntar si encontramos a alguien.
¿Esto quiere decir que antes no llegábamos a los sitios? Por supuesto que no, pero ahora se sufre menos y tienes más tranquilidad. Si hace 20 años tenías que llamar al hotel para que te indicaran cómo llegar necesitabas tres cosas que no siempre estaban a mano: un teléfono público, papel y boli. Ahora los tenemos en el smartphone. Además se disfruta. ¿Cómo? Caminando ves un monumento que te gusta, en la mano tienes la información, y no te has vuelto adivino, Google te lo dice. Si usted va hacer turismo, hay aplicaciones con mapas para cada ciudad, de museos, de los monumentos más emblemáticos, etc. Libertad, información a la carta, posibilidad de profundizar hasta donde uno quiera, sin duda mejor que muchos guías papagayo que repiten sin parar delante de cada monumento.
¿Individualismo? Error. O como mínimo la misma equivocación que pensar que hace años por ir con un mapa y una guía de viajes eras una persona aislada del mundo. Vuelvo a repetir, cada situación es hija de su tiempo y lo normal ahora es usar una tablet y no mapas de papel que se tenían que sujetar en varios. Es conveniente no confundir la forma con el fondo y el problema que resuelve.
He tomado los viajes como hilo argumental pero esta libertad se da en todos los sectores: tarifas planas en música, libros y cadenas de televisión, la posibilidad de comprar en millones de tiendas a un golpe de clic: desde los gigantes de internet a las plataformas de venta entre particulares, de lo más caro a lo más barato, en Huelva o en California. A mayor elección, mayor Libertad. Podemos informamos en miles de fuentes de referencia, todos los grandes medios de comunicación están en internet, aprender idiomas, hacer cursos online MOOC, cuanta más información y formación más Libertad.