En el mundo de las nuevas tecnologías y de la economía se escribe y se teoriza mucho sobre las amenazas de la robotización y de los puestos de trabajo que la misma puede destruir, si los robots tendrán que pagar impuestos en algún momento, por ejemplo, o si los trabajadores deberían cobrar una renta básica al quedar miles de ellos en desempleo por culpa de “las malditas máquinas”.
Junto a esta disrupción tecnológica, o traducido: un cambio en el sistema de modelo económico y social de mil pares de narices, convive un tapado del que se habla menos pero que es tan disruptivo o más como la robotización: la impresión en 3 dimensiones de todo tipo de productos, desde los destinados al consumo (ropa y calzado, por ejemplo), alimentación, medicamentos, prótesis humanas o piel, e inclusos casas enteras, entre otras posibilidades con las que cientos de laboratorios del mundo están trabajando y compartiendo sus experiencias en red.
En pocos años usted se podrá imprimir sus zapatos, la corbata o la camisa en su casa. En realidad ya se puede, aunque los resultados no son óptimos y no se ha generalizado todavía por el lado de la oferta. Muebles, también, estos no en casa todavía, pero sí en centros de impresión especializados, lo que dará lugar a un nuevo nicho de empresas locales de producción en todo el mundo. Una tarta de chocolate o dulces, sí. No serán como los de la pastelería de toda la vida que usted tanto le gusta, pero la calidad en los sabores ya llegará. Estamos en una tecnología incipiente.
¿Qué supone en realidad la impresión 3D? En la medida que estamos hablando de que se puede imprimir un diseño en una máquina en nuestra casa o en un centro de impresión el modelo de proyecto, distribución y venta de muchos productos industriales cambiará de forma radical.
Con la impresión en 3D pueden desaparecer sectores enteros
En la actualidad existen muchas personas y teóricos que temen más a los robots que a esta tecnología. Desde mi punto de vista es un error. Con la impresión en 3D pueden desaparecen sectores enteros de producción en la medida de que ya no hacen falta, por ejemplo, el sector del transporte de larga distancia en todas sus modalidades o la atención al cliente presencial en muchos casos.
Imaginemos que fabrico muebles, zapatos, vajillas, bolígrafos o ropa, por ejemplo, y los vendo en una o varias tiendas, tanto da que sea en un país o en varios. Cuando la tecnología de este tipo impresión esté más desarrollada mis clientes no necesitarán venir a mis tiendas. Bastará con que entren en mi web, elijan lo que quieren y se lo impriman en casa. Es evidente que la web que dé soporte a este servicio no tendrá que ver con las actuales. Por medio de este sistema el fabricante se acaba de quitar varios puestos de distribución, tanto propios como los que tuviera con terceros y casi toda la logística. ¿Se podrá hablar de exportación en este caso?, lo dudo mucho ya estamos imprimiendo ideas.
En el mejor de los casos, y en una primera fase, pueden mantenerse las tiendas como centros de atención al cliente y de demostración de posibilidades, pero no de venta masiva. Tal vez de explicación de cómo se imprime y de comercialización de impresoras, ¿por qué no? Seguramente algunas de ellas tengan que atender al cliente tradicional poco digitalizado que no sepa, no quiera o no se fíe de la impresión 3D. En todo caso deberá saber que estará comprando ropa u otros productos que se habrán impreso en esa tienda el día anterior o esa misma mañana, como si fuera pan del día.
Por otra parte, no me cabe la menor duda que empresas como Inditex (Zara y el resto de sus marcas) o Ikea están trabajando en explotar este nuevo modelo de negocio que se abre ante ellos. De todos modos, como ustedes se pueden imaginar, estas dos empresas citadas y otras más grandes solo tienen las de ganar cuando se enfrentan a este tipo de retos por cuestiones obvias. Otra cuestión será lo que pase con las medias empresas y Pymes.
El modelo tradicional de vendedor que sabe está camino del cementerio
Estos gigantes disponen una gran visión de futuro, dinero para aburrir en I+D+i y el aliciente de mucho más pasta que ganar. Piensen lo que puede suponer para Ikea y Zara dentro de unos años, en una sociedad más digitalizada, con compradores que han crecido entre tabletas y móviles y sin fobias tecnológicas, que se puedan imprimir la ropa y las zapatillas en su casa, o los muebles en un centro de impresión a pocos minutos, y otros productos que ahora no somos (soy) capaces de pensar. Añádanle que se caracterizan por ser la generación del “ya mismo” y del consumo en casa y aparece una mano de cartas para ganar la partida.
Si a esto le sumamos la posibilidad de personalizar uno mismo los productos, una tendencia de marketing en al ámbito digital cada vez más extendida, la mano de cartas se convierte en un póker de ases. Que el cliente quiere el modelo X de mueble con la cara de sus hijos, que se lo imprima y pague. Si es hortera es problema suyo. La corbata y chaqueta no combinan pero sale Pocoyó, pues adelante. El mal gusto no es delito en el Código Penal de ningún país y los clientes se han empoderado cada vez más a la hora de comprar, de tal manera que el modelo tradicional de vendedor que sabe y cliente que pide consejo está camino del cementerio de las cosas analógicas.
¿Tienen dudas de estas empresas y otras no van poner toda la carne en el asador para hacerse con este nuevo mercado? Estamos hablando de poner en su web un nuevo producto y que se pueda imprimir en millones de casas de todo el mundo, sin intermediarios que lo transporten y sin necesidad de tantas tiendas, con el impacto consiguiente en la bajada de costes. Les recuerdo que “las dichosas máquinas” es cierto que también pueden eliminar una parte de los puestos de trabajo, pero otros robots son de asistencia a las personas o de ayuda a las mismas, por eso este tapado digital del que se habla menos es más devastador si se afianza en el mercado.
Tal vez piense que esto es ciencia ficción o que el que suscribe redactó esto bajo los efectos de la pasada “ola de calor”. Basta con que entre usted a YouTube y busque la entrevista que Iñaki Gabilondo realizó sobre este tema a varios investigadores del Barcelona Fab Lab en su programa “Cuando yo no esté” que emite Movistar+ y verá de paso el grado de innovación de la ciencia española en este campo, especialmente en fabricar piel humana. Sin abandonar YouTube podrá ver cómo se fabrica una oreja humana que se implanta a un paciente o prótesis de huesos, ropa, zapatos y zapatillas, muebles, comida y casas.