¿Es posible que el uso de las nuevas tecnologías termine con el dinero físico? Y de ser así, ¿cuándo podríamos dejar de usar efectivo? A finales de 2016 existían más de quinientos millones de cuentas de dinero móvil en el mundo, y se realizaban 43 millones de transacciones al día, que movían 22.000 millones de dólares al mes, el 120% más que hace un año, según los datos del sexto Informe Estado de la Industria de Dinero Móvil realizado por la asociación mundial de operadores de telecomunicaciones GSMA. Como pueden ver no se trata precisamente de cifras pequeñas.
Por una parte, países como Suecia y Dinamarca están fomentando que sus habitantes usen el dinero electrónico, donde ya supera el 80%. Según el director ejecutivo de la Asociación de Banqueros Daneses, Michael Busk-Jepsen, una sociedad sin dinero en efectivo “ya no es una ilusión sino una visión que puede ser llevada a cabo dentro de un marco de tiempo razonable”.
Pero esto que nos parece exótico y propio de los países muy desarrollados del norte de Europa y con una cultura muy diferente a la nuestra no debería parecerles tanto. En España los hábitos de consumo han ido modificándose en la última década, y en la actualidad, el porcentaje de compras que los ciudadanos pagamos con algún tipo de tarjeta bancaria ya se equipara al gasto en efectivo, según los datos del Banco de España con respecto a 2016. Con dinero electrónico nos gastamos 105.854 millones de euros, mientras que las retiradas de efectivo en cajeros alcanzaron la cifra de 111.404 millones. Casi al 50%. Súmele a esto que la mitad de los pueblos de nuestro país ya no tienen una oficina bancaria, lo que como es lógico repercutirá en el uso del dinero en efectivo.
En el año 2002 el gasto en metálico doblaba al de las tarjetas. La tendencia lógica, por cómo se está comportando el consumidor con el de pago de plástico, así como la digitalización de la de la economía, la banca, el comercio y de la sociedad en general, es que este comportamiento se incremente. Si en diez años se ha doblado, seguramente en menos tiempo se volverá a doblar, y así sucesivamente.
Para saber cuánto tiempo aguantará el dinero en efectivo como un medio de pago significativo será fundamental el uso del smartphone como herramienta de pago, pero no solo en Europa o Estados Unidos, sino en otros lugares del mundo que con una visión reduccionista tendemos a no tener en cuenta.
Así por ejemplo, la integración de formas de pago en el móvil es una de las mayores batallas que se libran en China entre Alibaba (el Amazon de ese país, para entendernos) y los bancos tradicionales, donde el gigante de las ventas les ha ganado de largo la primera batalla del pago por medio del smartphone. Por otra parte, el llamado dinero móvil se abre paso en los países en vías de desarrollo, en los que la población tiene muy difícil el acceso a una cuenta bancaria, y las transacciones se hacen a través de cuentas de móvil con servicios especializados que sustituyen el papel de los bancos.
El ecommerce impulsará los pagos electrónicos
En esta escalada hacia el dinero de plástico va influir mucho el desarrollo del comercio electrónico. Es imposible saber qué grado de implantación tendrá en la generación a la que alude el titular de este artículo (sus nietos), pero sin duda será muy relevante. Pero sí que tengo los datos actuales del ecommerce y con esto me atrevo a hacer una extrapolación a menos años. Un estudio de Masterd Card estima que en 2018 el comercio electrónico en Europa habrá crecido un 45% con respecto a 2015. Es decir, en tres años se habrá triplicado. A fecha de hoy nada apunta que esta tendencia se vaya a invertir ni a ralentizar, más bien todo lo contrario, así que este crecimiento es muy probable que se repita a lo largo de varias secuencias de tiempo. Basta con que nos proyectemos 9 años para ver que el crecimiento con respecto a 2015 se habrá incrementado en un 180%, cifras muy serias y que harán que el dinero de plástico se use cada vez más.
En Estados Unidos, según, la E-commerce Foundation, los compradores gastaron 636.633 billones de dólares en 2016, lo que supuso un crecimiento del 9%. Para este año se espera un incremento similar. Creo que no hace falta hacer extrapolaciones a 9 años como antes, ¿no? La magnitud de las cifras habla por sí sola. (El PIB de España es de 1,199 billones de dólares, para que tenga una referencia)
Como es fácil de imaginar, el principal medio de pago en los países europeos y en Estados Unidos en lo que se refiere al ecommerce es la tarjeta de crédito y PayPal, en casi el 70% de las transacciones, seguido muy de lejos del contrarrembolso o la transferencia bancaria.
En consecuencia, ese 30% que no paga dinero de plástico se irá recortando por varios motivos: mayor confianza en la seguridad de la red, incorporación de nichos de mercado muy importantes que ahora están fuera del mercado online (como el gran consumo), aumento de los jóvenes formados plenamente en la era digital al consumo y las nuevas formas de pago con el smartphone, consecuencia de los grandes esfuerzos que está haciendo la banca por digitalizarse.
Este esfuerzo queda resumido perfectamente en unas declaraciones que hizo Francisco González sobre la nueva banca y su digitalización: “En el futuro BBVA será una firma de software», que dichas por el presidente de esta entidad son muy esclarecedoras.
Nuevas formas de pago con smartphone
Fruto de esta digitalización han llegado las nuevas formas de pago con el smartphone. Una de ellas es Bizum, una plataforma tecnológica que integra las aplicaciones de pagos por móvil de las diferentes entidades para hacer transferencias entre particulares, pagar en comercios o realizar compras online en Internet. Más de 30 bancos utilizan este sistema de pago por el móvil haciéndolos compatibles entre clientes de distintas entidades y su objetivo es llegar a los 10 millones de clientes. Este producto financiero nació para frenar la competencia de los sistemas implantados desde los fabricantes de teléfonos móviles como Samsung Pay, Apple Pay y Android Pay.
Por otra parte, aplicaciones Twyp de ING permite enviar dinero a sus amigos sin importar el banco en el que se encuentren y sin necesidad de conocer el número de cuenta de los mismos, basta con usar su número de teléfono. Es decir, sirve para pagar esas pequeñas cantidades que ahora se hacen en efectivo y que en ocasiones se posponen por la falta del mismo.
No me aventuro a decir un plazo, pero la tarjeta, bien en formato físico o integrada en el smartphone, superará como medio de pago al dinero en efectivo en pocos años, y en unas décadas el efectivo será residual con casi toda probabilidad de forma natural y sin que nadie nos los imponga.
Sencillamente porque es la mejor forma de pago para muchas transacciones económicas, es más cómodo, ya es considera como segura por parte de los usuarios actuales, y aquellos que la usen en dispositivos móviles, las generaciones llamadas nativas digitales, no van a tener problemas en utilizarlas. Ante todo, porque las van a percibir como seguras, y en la percepción de un producto está en la clave del uso o no del mismo; y además, por efectivamente lo son, tanto o más que las que lleva usted de plástico en su cartera.